El juntarme con mi mejor amigo de la infancia,
es un hecho que se da muy pocas veces. Desde niños jugamos y crecimos en el
barrio Bogotá y el barrio Franklin. Recorriendo el persa Biobío en busca de
casetes y discos de nuestros grupos punkies favoritos. Armando bandas y tocatas
en garajes los días domingo, entre Victoria y Maule, amplificando guitarras
eléctricas hechizas solo con un par de radios. Asi pasamos nuestra adolescencia
hasta que el destino nos separo y después de la Universidad y diferentes
carreras. El se fue a Canadá y yo me quede acá en el viejo barrio. La
oportunidad de vernos después de tantos años surgió de un viaje a ver a su
familia a Chile. Nos juntamos y recorrimos nuestra infancia mientras
caminábamos por Bellavista. Después de pedir un par de cervezas de litro en un
bar de Santa Filomena, mientras nos perdíamos en los recuerdos, una figura
asomo al lado de la mesa. Soy Dios nos dijo con voz desgastada y debo tomarme
una de sus “chelas”. Acto seguido tomo la botella y se la empino al
seco…”Tendrán suerte toda su vida hijos míos”, dijo este espejismo con largos
cabellos y barba desordenada…Luego de esto se fue caminando y cantando por
Bellavista…Nunca supimos si era una revelación o un chiste, o producto de
nuestro estado etílico, pero la imagen no se borra de las sombras de esa
calle…Dios es punky…Salud…
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